Mustafá.


El liceo acogió muchos mitos en los ’70 , ’80 y mitad de los ’90. Estos mitos siempre tuvieron que ver con los alumnos, profesores, personal de limpieza, de administración, bibliotecarios, etc... Comencemos por uno bien simple y modesto.

A mediados de los ’80 un sujeto de unos 50 años venia a vender churros al Liceo. Se ubicaba todas las tardes sobre la calle Mendoza, detrás de la reja que da al Cristoforo Colombo  desde donde vendía sus churros, muy buenos por cierto. Su nombre: Mustafá. Anteojos tipo Lambetain, canoso, simpático, entrador, no tardo en verse envuelto en un escándalo cuando corrió la bola de que vendía droga, cocaína concretamente, de que sus churros contenían vaya uno saber que tipo de droga, y por si fuera poco, Mustafá fue tildado de pedofilo. Demasiados cargos en su contra. La Federal no tardó en venir a buscarlo y los alumnos del Liceo nos vimos así privados de sus churros.

Afortunadamente hoy podemos reconstruir la historia de este personaje que luego de ser detenido y demorado por la policía, se transformó en uno de los mitos del Liceo en los ’80.

Mustafá, o Roberto Nallib Assef, argentino, peronista, hijo de inmigrantes libaneses, pudo haber tenido otro destino que el que le tocó padecer. Su paso por la Escuela de suboficiales de la Prefectura Naval tenía por objetivo lograr la tan deseada movilidad social. Esto es, ascender socialmente. Lamentablemente desde temprano tuvo que lidiar con sus tres debilidades: los churros, la merca y los pendejos.

Su respetable y prometedora carrera se vio truncada cuando con apenas tres años de servicio es sorprendido en el Casino de suboficiales enfiestándose con medio pelotón, al tiempo que se declara enamorado del hijo de apenas 11 años del Prefecto mayor.

Inmediatamente es dado de baja y comienza para Mustafá una nueva vida ligada al cuentapropismo. Primero afilador, luego el puestito de la Feria, mas tarde punga, hasta que encontró un negocio relativamente estable en la venta callejera de churros. Aquí es donde empieza a frecuentar nuestra casa de estudios.

Y donde estás ahora Mustafá, el hombrecito de... Y que se hizo de tus anteojos...

Mustafá: No se si vendías o no merca, o si tus churros estaban envenenados o contenían alguna sustancia adictiva como decían. Lo único que puedo decir es que eran exquisitos. Los pibes del Liceo, agradecidos.